miércoles, 25 de junio de 2014

Continúa el boom de la economía colaborativa

En un reciente post (“El consumo colaborativo… o la economía de la confianza") indicaba que existe un magna antagónico a la esencia del sistema capitalista que está erosionando los cimientos socio económicos imperantes durante décadas. Un artículo publicado el pasado 21 de junio en el suplemento de economía de El País, titulado “La imparable economía colaborativa”, susurra al oído en esta dirección. Aunque recomiendo su lectura completa, me permito aquí aportar algunas pinceladas que vienen al hilo de las principales ideas del artículo firmado por Miguel A. García Vega:

1. La economía colaborativa supone un cambio de filosofía de vida: “Compartir en vez de poseer”. La economía colaborativa pretende cambiar el mundo. Ahí, quizá, reside la verdadera revolución. Desde la noche de los tiempos, el sentido de posesión ha sido inherente al ser humano; sin embargo, algo empieza a cambiar.

2. La economía colaborativa prospera de la mano del auge de las posibilidades que ofrecen las nuevas tecnologías. Las nuevas tecnologías sacuden todo a su paso, conforman una nueva realidad que va más allá de defensores y detractores. El desarrollo de Internet ha permitido eliminar los intermediarios, reducir los tiempos de compra y abaratar el precio de los productos o servicios adquiridos con sólo dar un golpe a la pantalla táctil del smartphone.

3. La economía colaborativa constituye un mercado cada vez más jugoso: coches compartidos, préstamos económicos, alojamientos alternativos, trueque de alimentos… El Instituto Tecnológico de Massachusetts (MIT) le calcula un potencial de 110.000 millones de dólares (82.000 millones de euros). Hoy ronda los 26.000 millones. Y quienes participan a título personal en este sistema basado en intercambiar y compartir bienes y servicios a través de plataformas electrónicas se embolsan, según la revista Forbes, más de 3.500 millones de dólares (2.580 millones de euros).




4. La economía colaborativa supone una respuesta a la inequidad y la ineficiencia del mundo. Esta realidad la reflejan las cifras con nitidez. El 40% de los alimentos del planeta se desperdicia; los coches particulares pasan el 95% de su tiempo parados; en Estados Unidos hay 80 millones de taladradoras cuyos dueños solo las usan 13 minutos de media, y un motorista inglés malgasta 2.549 horas de su vida circulando por las calles en busca de aparcamiento. ¿Podemos consentir ese desperdicio?

5. La economía colaborativa constituye una apuesta de las administraciones públicas, representando según la Unión Europea “la complementación ventajosa desde el punto de vista innovador, económico y ecológico de la economía de la producción por la economía del consumo”.

6. La economía colaborativa también tiene un lado oscuro, hasta el punto de que la popularidad de estas iniciativas y negocios provoca malestar al chocar frontalmente con algunos sectores que ven como se tambalea su statu quo. Los taxistas, los operadores turísticos, el mundo financiero (amenazado por propuestas de desintermediación que amenazan la cuenta de resultados de estas entidades).

7. Pero con todo, la economía colaborativa es un movimiento imparable, se expande como una pandemia, con una fuerza inusitable. Diferentes sectores serán asediados como le ha ocurrido a los medios de comunicación o la industria musical. El éxito de este nuevo modelo de consumo sugiere que la sociedad quiere cambiar, quiere modificar la manera en la que vive.


Un botón de muestra de algunos de los principales ámbitos de expansión del consumo colaborativo se presentan a continuación (El Correo, martes 17 de junio de 2014).

Transporte alternativo
Cada vez se compran menos coches. En su lugar, se recurre a BlablaCar, la aplicación más utilizada en España y líder en Europa. Acumula ya más de 3.000 millones de kilómetros compartidos entre ocho millones de usuarios de 12 países. Caarpooling es otra de las más demandadas dentro del territorio nacional. Sus casi 64 millones de viajeros transportados por 40 países de todo el mundo han ahorrado hasta el momento 700 millones de litros de gasolina. Dentro de las rutas de Amovens, otra plataforma que permite compartir coche, ya hay algunas planificadas por viajeros que no se perderán los festivales de verano de los Monegros, Rototom Sunsplash o el Dreambeach. Es uno de los pocos servicios que no percibe ninguna comisión por parte de sus usuarios. Carpling, la veterana, invita a sus usuarios a compartir, no solo coche, sino taxi, tren, parking y rutas en bici. Se le ocurrió a Daniel Isabel en 2008 como proyecto de fin de máster.

Bienes y servicios
La empresa estadounidense Taskrabbitt pone en contacto a usuarios que se intercambian favores cotidianos como llevar un paquete, ordenar el trastero, sacar al perro de paseo o recoger y montar los muebles de Ikea.Dogvacay busca a un particular para que se haga cargo de las mascotas mientras sus dueños están fuera. Con Neighborgoods se compran, venden o alquilan artículos de uso doméstico, como herramientas o utensilios de cocina. Empresas como Laundrii permiten a sus clientes que otros, cerca de su domicilio, les hagan la colada a cambio de 10 dólares, lo que incluye recoger la ropa, lavarla y doblarla. "Los usuarios pueden llevar tantas prendas como deseen. Lo único que pedimos es que el ciclo completo se cierre en un máximo de 72 horas", dice DeForest, creador de esta original empresa, que de momento solo opera en Estados Unidos. La 'start-up' 99dresses, fundada por Nikki Durkin, una australiana de 20 años, conecta a miles de personas, generalmente mujeres, interesadas en intercambiar ropa a través de una aplicación. "Tenía el armario lleno y nada que ponerme, así que decidí resolverlo", cuenta Durkin. La página muestra el perfil de muchas de las clientas, incluyendo sus opiniones, el número de prendas que han comprado y el precio medio que han pagado, que suele estar entre 6 y 9 dólares.





Hostelería online
Buscar alojamiento en Nueva York, pasar un fin de semana en Berlín e incluso dormir en el apartamento que ocupaba Angela Merkel en su etapa de estudiante. Viajes que antes requerían echar mano al bolsillo y recurrir a agencias de viajes, cadenas de hoteles o buscadores online, ahora pueden resolverse en un par de horas en Airbnb, sin impuestos ni intermediarios. La compañía online creada en 2008 conecta a propietarios o inquilinos que quieren alquilar su casa o parte de ella con quienes buscan alojamiento. En la actualidad, la empresa ofrece 600.000 plazas en 34.000 ciudades de 192 países. En España, tiene más de 55.000 espacios, un 63% más que en el último año. Pero no es el único negocio que opera en el sector de la hostelería. Vayable conecta a guías turísticos, que en realidad son personas que conocen al dedillo su ciudad,con turistas deseosos de descubrirla. "¿Lasagna en casa del vecino?" Así se anuncia Cookapp, una empresa argentina que desarrolla su actividad en EE UU, donde pone en contacto a cocineros, que cuelgan online los platos que van a cocinar, con usuarios que buscan cenar fuera de casa. En vez de en el restaurante, la velada transcurre en casa del cocinillas, tras pagar por adelantado a través de Internet.

Cibercultura
En EE UU, Chegg, Bookrenter.com, Textbooks.com, Campus Books Rentals, y hasta la mayor cadena de librerías del país, Barnes & Noble, alquilan los libros de texto para contrarrestar que ser estudiante cada vez sale más caro. Las más conocidas son Half.com, que es propiedad de eBay, y un servicio de Amazón que permite leer libros online. La oferta en este ámbito sigue creciendo. Netflix es una plataforma online de alquiler de películas y series que ha cambiado por completo el panorama audiovisual en Estados Unidos. Con 48 millones de suscriptores en 44 países, amenaza con convertirse en una televisión a la carta.Amazon, Yahoo y Google ya la están imitando. Appe, por su parte, acaba de comprar iBeats, una empresa que ofrece musica en streaming.

Finanzas por Internet
Producir un disco solidario, escribir una novela fantástica o montar un banco de tiempo. El crowdfunding, en español financiación en masa o micromecenazgo, encuentra el dinero necesario para sacar adelante cualquier proyecto creativo a través de Internet. La idea es sencilla: un creador expone su proyecto, lo publicita y lo presupuesta. En un plazo limitado, recibe aportaciones de los mecenas, usuarios que confían en el proyecto y se involucran en él. Las aportaciones sólo se hacen efectivas si al acabar el plazo completa la financiación. Los mecenas, a cambio, reciben recompensas: obsequios, descuentos, experiencias... La empresa más conocida en este sector es KickStarter, que ha financiado 135.000 proyectos a través de aportaciones de de más de cinco millones de personas que han puesto unos 700 millones de euros. En España, destacan las plataformas Indiegogo, Lánzanos y Verkami. Estas empresas cobran una comisión por cada transacción, y disponen de su propio software para gestionar los pagos, lo que las distancia de los bancos tradicionales y plantea una amenaza para el sector financiero. De hecho, Facebook está preparándose para entrar en el sector de los medios de pago, un área en la que ya están Amazón y Paypal. Ésta última es propiedad de eBay, la empresa de subastas on line que Pierre Omidyar creó en 1995. 

Dinero virtual
El club del préstamo, LendingClub, es una plataforma que permite a sus usuarios pedir prestados entre 1.000 y 35.000 dólares a otros clientes. A día de hoy, más de 4.000 millones de dólares han pasado de unas manos a otras a través de este sistema. Cada día también se realizan miles de operaciones mediante la moneda electrónica Bitcoin. El portal de viajes Expedia anunció el jueves que aceptará ciertos pagos con este dinero virtual. Pero el pasado marzo las autoridades fiscales de EE UU anunciaron que lo tratarán como un activo de la propiedad, no un medio de pago. Siguen estrechando el cerco a esta cibermoneda después del desmantelamiento en octubre de 'Silk Road', el mercado negro digital de armas y drogas en el que se pagaba mediante Bitcoin. Compañías como eBay o Facebook se han aventurado a lanzar su propia moneda. Pero el dinero, el que emiten los bancos centrales, se resiste.

Solo nos resta dar la bienvenida a la economía colaborativa porque, nos guste más o nos guste menos, esta ha venido para quedarse.


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